jueves, 22 de febrero de 2007

EL DÍA DE LA ZOMBIFICACIÓN



El otro día me zombifiqué.

No fue debido a ningún extraño meteorito, ni explosión nuclear (que pena) ni siquiera por una sangrienta mordedura. Fue simple y llanamente por propia voluntad.

Pese a lo que se tiene comúnmente aceptado, la zombificación, en si, no es dolorosa aunque si ardua y difícil de conseguir.

Lo primero que noté fue un ansia terrible por comer cerebros aunque pronto descubrí que era un poco cerdada y que unos litros de cerveza causaban si cabe, mayor efecto en mi estado de zombificación.
Aún así y por no ser repudiado por mis compañeros zombies, seguí comiendo cerebro, más que nada, por el que dirán. Al final se le acaba cogiendo el gustillo a la sesada y si la aderezas con un poco de salsa de pita y acompañas con unas patatas alioli, está hasta deliciosa.
Lo malo de todo esto es que olvídate de ir limpio y pulcro como un catequista.
Gracias a esto, algunas cuestiones relacionadas con el "mondo Zombie" fueron por fin resueltas, así por ejemplo, descubrí que no estaba bien comerse a otro zombie, ni tan siquiera hacer el amago, pues no esta bien visto por esos lares y que cojones, lo que no te gusta que te hagan a ti por qué se los vas a hacer a los demás.
Si bien, lo realmente apetitoso para un zombie, es el cerebro, el hecho de morder en otro lugar se realiza como acto reflejo, bien por fartada, bien por joder o tal vez por aquello de ser más. Digamos, que lo de ser zombie es mucho probar de aquí y de allá, y en la mayoría de los casos, las personas no están en su punto, así que simplemente muerdes y sigues tu camino errático... pero ayyyy, cuando encuentras un suculento manjar, ese es el momento en que todos nos arremolinamos en torno al fino plato y nos ponemos las botas... no dejamos ni las barbas... es como el "fuágras" para un jodido franchute.
A medida que avanza la noche las capacidades motoras se ven mermadas, desde poder conducir tranquilamente a quedarte tirado en el suelo de una estación de tren.
Algo que me gustó y me resultó bastante cómodo, fue la mínima o casi nula, capacidad de comunicación que se desarrolla... de un "hola, buenas tarde, que tal esta usted" se puede pasar tranquilamente a un "groooooarrrrrrggggggg" o un "aaaaaaaaaaa". Lo jodido es que la gente te entiende igual y si no es así, por lo menos fingen hacerlo, que es lo que importa.
En cuanto a lo de lastrar cosas, que siempre he pensado que era condición "sine qua non" viene más bien a ser como un libre albedrío en el que tu puedes decidir, aunque haya momentos en los que te resulta inevitable.
Para terminar os diré que el amanecer, más que activarte y hacerte correr, te adormece, con el añadido de que te has pasado toda la noche vagando y jalando, asi que es sin lugar a dudas, el mejor momento para acabar con un zombie... pues podrían estar aporreando la puerta, llamándote al móvil y al fijo de casa, incluso llegar a entrar en ella, que tus colegas y tu no os daríais ni puta cuenta.

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